Con estas palabras describía uno de los hijos de Javier a su padre hoy en su funeral. Un discurso sencillo, emotivo, cercano. Sorprendentemente maduro para un chaval de apenas 18 años. Sailesh, sin dejar ni un segundo la sonrisa que le caracteriza, ha narrado con una serenidad casi inexplicable el recuerdo imborrable que deja en él su padre.
Lo confuso y triste que se siente porque su padre no verá crecer a sus hijos, porque no verá cómo son capaces de alzar el vuelo del nido, y vivir una vida independiente. Sailesh nos ha hecho revivir a Javier con su pose, su voz profunda, sus palabras claras y directas. Cuando le he dicho lo mucho que se parece a su padre me ha dicho “es que yo siempre he querido parecerme a él, yo quiero ser como mi padre”.
Nos ha dejado uno de los primeros intérpretes que conocí cuando inicié mi andadura profesional. Una persona a la que jamás vi alterarse por nada y que destacaba por su sonrisa y afabilidad. El intérprete más polivalente, casi podríamos decir, a cualquier idioma, de cualquier idioma, nada le asustaba, parecía que hubiera vivido más vidas que todos nosotros juntos. Y sin embargo jamás le oí hacer alarde de nada. Y eso que, como ha explicado su hermana, su sed de aprender le llevó hasta las mismísimas Antípodas.
Me decía una intérprete, al despedirnos, que Javier vivió con una intensidad serena. Yo diría además que vivió con una serenidad intensa, combinación a veces difícil de encontrar.
Descansa, Javier. Intentaré seguir todos y cada uno de tus consejos. Me uno al deseo de tu familia, que tengas un feliz último viaje. Vete tranquilo, Javier, tu labor de padre ya ha empezado a dar fruto.